Descripción

Es una pequeña mina abovedada de unos 2 metros de profundidad interior por 1,5 de alto aproximadamente, construida en basta mampostería de travertinos, que conforma hacia el exterior un espacio abocinado. El acceso a su interior se ve cerrado mediante cancela de hierro. Al rezumar el agua por su interior, esta es conducida subterráneamente hacia la caseta construida ex profeso algo más abajo, que es donde en realidad se dispensa.

Localización

Está en la Avenida de la Alpujarra, justo al lado de la antigua planta envasadora de agua mineral. Se encuentra en el interior de los jardines pertenecientes al Balneario de Lanjarón.

Aspectos Históricos

Las primeras noticias que tenemos de las propiedades medicinales de las aguas se remontan a 1.774 cuando sin esperanzas de cura, un enfermo de anemia perniciosa al beber de las aguas llamadas de la Capilla, se recuperó milagrosamente. Desde entonces comienzan a frecuentarse las fuentes del pueblo, ciertamente sin demasiado conocimiento de sus efectos, hasta que en 1.792 un fraile capuchino que padecía de hidropesía, y viendo que no mejoraba bebiendo de las aguas habituales, probó de otro manantial de ferruginoso sabor, quedando repuesto. La fuente recibiría luego en su honor, el nombre de Capuchina.

Interés etnológicos

Es uno de los manantiales más conocidos y apreciados del municipio, curioso además por su sabor “picante”, y por sus inminentes “efectos secundarios”. Es agua de mineralización débil, clorurada, sódica, cálcica y ferruginosa, (de ahí su percepción picante). Es muy adecuada para dolencias gastrointestinales e insuficiencias hepáticas.